¿TENDREMOS QUÉ ESPERAR A OTRO?

La familia como Iglesia doméstica procura reunirse para hacer más profunda esta preparación. Algunas familias se unen para orar en torno a una corona de ramas de hojas perennes sobre la cuál colocan velas que van encendiendo cada domingo.

En otros lugares se elabora un calendario en el cuál se marcan los días que pasan hasta llegar al día de Navidad. En algunos países, como México, familiares y amigos se reúnen para celebrar las Posadas rezando el rosario, recordando el peregrinar de María y José para llegar a Belén.

En todas estas reuniones el sentido de penitencia y sacrificio se enriquece por la esperanza y el espíritu de fraternidad y generosidad que surge de la alegría de que Dios pronto estará con nosotros.

Sin embargo, en tiempos de Jesús las cosas no fueron tan sencillas, el Evangelio según San Mateo capítulo 11, versículos 2-11 nos recuerdan:

En aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, le mandó a preguntar por medio de sus discípulos: —«¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?» Jesús les respondió: —«Vayan a anunciar a Juan lo que están viendo y oyendo: los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio.

¡Y dichoso el que no se escandalice de mí!» Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan: —«¿Qué salieron a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué fueron a ver, un hombre vestido con lujo? Los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿A qué salieron?, ¿A ver a un profeta? Sí, les digo, y más que profeta; él es de quien está escrito: “Yo envío mi mensajero delante de ti, para que prepare el camino ante ti.” Les aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan, el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él.»

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Indudablemente vivimos esperando siempre a otros Salvadores, no somos capaces de ver la grandeza de Jesucristo y las promesas que tiene para cada uno de nosotros, es ahí donde radica la pregunta que nos hace dudar ¿Eres tú Señor? Porque no queremos esperar, porque no sabemos aceptar la voluntad de Dios.

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El reino de Dios tiene muchos matices y formas cuando se ve con los ojos de los hombres, cuando en intención hay soberbia, hambre de poder y reconocimiento, cuando el mensaje del amor de Dios es visto desde la misericordia, desde la necesidad y desde la pobreza es cuando según mi punto de vista, estamos comprendiendo mucho más acerca de ese reino.
Que este adviento sea la preparación de nuestros corazones para comprender desde el dolor, la soledad, angustia, tristeza y desesperanza la venida de ese Salvador que cura heridas, que hace nuevas las cosas y que trae nuevas fuerzas a quienes creemos en Él.

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